GUILLERMO CASTREJON
SOMBRAS DE MI CIUDAD. CAMPECHE
CONACULTA
Páginas: 121
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN:
Encuadernación: TAPA SUAVE
Año de edición: 1999
Colección:
Más allá de la tradición del retrato de ``tipos populares'', mediante la cual algunos fotógrafos han desplegado tipologías costumbristas, las series con las que Castrejón presenta a cada personaje se pueden revisar como una etnografía iconográfica en la que el trabajo, la familia y el entorno de los personajes integran un panorama de la cultura de un segmento de la población campechana, que sobrevive a las contradicciones de un contexto cada día más hostil hacia su tipo de vida, desplazado por las presiones del crecimiento de las ciudades, que implican el cambio o la estandarización del trabajo, con la consiguiente desaparición de oficios como los ejercidos por los retratados.
Al mostrar esta contradicción, Castrejón realiza una crítica sesgada hacia un sistema que desdeña la vida de algunos trabajadores al privar de sentido a su actividad. Frente a ello, la calidad editorial del libro, diseñado por David Maawad, establece un eficaz discurso que busca enaltecer los valores de los retratados mediante las imágenes aisladas y su seriación, desarrollando secuencias o contraposiciones iconográficas que crean una narrativa específica para cada personaje, destacando las fotografías rebasadas a doble plana, que resaltan el manejo de los planos y del encuadre de Castrejón.
Los textos que acompañan a las fotografías, realizados por el escritor campechano Juan José Guillén Castillo, contribuyen a subrayar las intenciones del libro, haciendo de la nostalgia el fundamento de los relatos donde cada individuo describe sus epopeyas cotidianas, como la lucha para establecer su comercio de doña Mari, vendedora de pescado, o los esfuerzos de don Agustín para promover el culto al Cristo de San Román, venerado en Campeche, Tabasco y Yucatán.
Sin ser el primer trabajo que se elabora con esta intención, el libro de Castrejón es, en los años recientes, uno de los que mejor denotan la posibilidad de renovar en nuestro medio el empleo de la fotografía como documento social, al hacer de las imágenes de la vida cotidiana el enclave de un espacio de comunicación entre tres realidades: la del retratado, la del fotógrafo y la del público .